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Vos y yo, sabemos cómo es

El tango y el rock en una convivencia exquisita en las melodías de Tango & Roll regresando a la Docta

Por el Juancho Mazzeo @largavida.alrock.radio

Viernes por la tarde, post siesta cruzdelejeña, preparo la cámara, lentes, el flash por las dudas y un mensaje al Martín “chango, estoy yendo, nos vemos a la noche”. Y el forcito sale a la 38, porque sí, la ruta da buena suerte.

Alguna vez había escuchado Ojos Locos, no recuerdo haberlos visto en vivo, mi memoria se ha vuelto un poco frágil, pero si escuché sus discos. Creo que escuché más las versiones de Tango & Roll, porque siempre me sedujo esas melodías del rock arrabalero o las versiones tangueras de canciones de rock. La noche que Cabra da Peste hizo su recital en Marcos Paz, se subió un chango con piluso a cantar un tema, “es el Martín, el de Ojos Locos”, y ahí me dije que tenía que ver al Martín Martines en vivo, porque si es amigo de la Cabra, seguro que es buena gente y hay que bancarlo.

Con esa simple lógica, me fui el viernes a ver Tango & Roll al templo de Pétalos de Sol, en la esquina de san Juan y Cañada.

Llegué antes de las 9, mientras se escuchaba la prueba de sonido, y pregunté si podía pasar a hacer unas fotos, “vení y ahí vemos” me dijeron los changos que creo ubicarlos de vista pero no me acuerdo sus nombres. Bajar esas escaleras y escuchar el bandoneón y esos compases tangueros, fue un viaje a mi infancia, a esos domingos en la casa de mis viejos, ese casette de Julio Sosa o el de Goyeneche, que creo que anda en alguna caja de recuerdos que conservo. Me faltaba un mate de esos chiquitos, de lata con orejitas, en la mano y era un paisaje casi perfecto. Respiro y me emociono, y sigo caminando hasta quedar frente al escenario. Esas jugadas que hace nuestra cabeza que te provocan un latir de todo el cuerpo.

El lugar se fue llenando y, creo, que si había un piso para bailar, se armaba la milonga con la primera canción de una banda criminal: el Apu Gerez en el piano, Martín Morales en la guitarra, Manuel Quiroga en el violín, Marco Fernandez en el bandoneón y Martín Martines en la voz. Equipazo.

No me acuerdo bien si un toque antes de comenzar o cuando arrancó, apareció el Pato Fontanet a disfrutar del quinteto, y al ver la lista de temas, ya nos imaginamos dónde podría subir a cantar.

Casi una hora cuarenta de un gran recital: Romance de barrio (H. Manzi), Las buenas noticias, Andan los caminos (Ojos Locos), Melodía de arrabal (C. Gardel – Le Pera), llueve, 9 de julio (Callejeros), Cristal, Hokusay, Vuelvo, Día feliz (Las Pelotas), Nada (J. Sosa), Igual, Mariposita (R. Goyeneche), Puede ser hoy, Mortorpsico (PR) con el Pato, Fantasía y realidad (Callejeros) con el Pato, Ahora y todo, Oda a la sin nombre (Skay), Piedra papel o tijera y Esta ciudad.

Hay una propuesta musical muy bien lograda, con una gran calidad de músicos y una selección de temas que hacen que el todo, que toda la propuesta sea muy buena, de un disfrute sonoro que me llevo de viaje por mi infancia, adolescencia, a la voz de mi viejo recitando alguna estrofa de tango. Y fue hermoso. Donde hay dolor habrá canciones, ¿no?, y la música te rescata, siempre te rescata.

Me volví por la 38 con PR acompañando el viaje, como un mantra que me acompaña mientras revivo el recital y me atraviesan recuerdos, melodías, sentimientos, y todo termina en una sonrisa y alguna frase del Indio.

Gracias Martín por la entrega, por la ofrenda musical que nos hicieron.

Nos vemos la próxima, ahí donde somos felices, en la previa, en el pogo, en el abrazo. Y sí, el viaje es el show.