Skay y los Fakires en San Francisco
Por el Juancho Mazzeo @largavida.alrock.radio
Mientras reviso las fotos del sábado, PR suena de fondo “vivir, sólo cuesta vida…” y no puedo mas que sonreír y agradecer al universo mismo por haber tenido la oportunidad de disfrutar nuevamente de Skay Beilinson y los Fakires. Es que el concierto ofrecido el sábado 11 de octubre en San Francisco fue, uffff…, exquisito.
Viernes feriado por el día del Respeto a la Diversidad Cultural (por más que el idiota quiera volver a 1910 balbuceando y aplaudiendo el genocidio español) y el viaje se fue organizando solo, como que había que ir a ver al Flaco. Un par de mensajes al Martín Cornejo, otros mensajes al Javi Brusso y el inicio de la ansiedark previa a cada gran evento musical.
El sábado desde temprano comencé a preparar todo: cámara de fotos, batería, vestimenta para la ocasión, seguro del auto (por más que nadie te lo pide), equipo de mate, gotas para la alergia y salimos nuevamente, con el forcito, a la 38, rumbo al este cordobés.
Camino del cuadrado para pasar por Salsipuedes y buscar al Martín, y de ahí a la Docta, bajamos por la O’Higgins hasta la Celso Barros, al toque de la cancha de Taiere, porque el Javi nos esperaba por ahí, algo que no pasó y hubo que ir hasta la casa, donde tampoco salió al toque porque estaba clavando una hamburguesa. Este dato que parece intrascendente, fue clave en el viaje.
Ya con toda la tribu, encaramos por la 19 hacia San Francisco, casi a las 3 de la tarde, calorón y un viento que todo lo empuja soplando cada vez más fuerte. Hacia el sur, se observaba una pared de tierra que avanzaba hacia nosotros. Cual película yanki de catástrofes naturales, una tormenta de tierra nos iba corriendo detrás, li-te-ral dirían los pibes, y solamente faltaba una vaca volando al estilo twister. Creemos que, si el Javi se comía una hamburguesa más, el viento nos hubiese llevado hasta Totoral o a Cerro Colorado. Pudimos escapar a la tormenta de viento, que sabemos NO tiene nada, pero nada nada que ver con el desmonte y el avance del agronegocio, y llegamos antes de las 6 a San Francisco. Pasamos por el Gigante de Bomberos, intentamos ir a una previa donde me encontré con la Eve, la jefa de los sahumerios, y nos fuimos para la casa de Claribel y José, donde estaban Luanda, Josefina y Emilio, que nos invitaron con asado, salame y un pritiado cri-mi-nal. Sigo repitiendo hasta el cansancio: la ruta da buena suerte y trae buena gente a nuestra vida. Hermosas personas que ya forman parte de esa familia ampliada que el rock te va regalando.




Caída la noche en la ciudad, la tribu encaró para la esquina de Garibaldi e Independencia, donde nos fuimos encontrando con más amigos: el Javi, el Dani, los pibes de Sastre y María Juana y el Lean Olivo, que de a poco iban copando el Gigante de Bomberos, un lugar muy bueno, de fácil acceso, muy buena acústica, escenario amplio, cómo para ver desde cualquier lado y hacer fotos.
A las 22.30 la secta de los fotógrafos nos fuimos al costado del escenario a esperar que nos permitan pasar al vallado y ahí comencé a ver esa imagen que se viene repitiendo en muchos recitales fuera de las grandes ciudades: familias rockeras saltando y cantando en la previa “toca el corazón, de Patricio Rey…!!!”. Esa imagen es increíblemente hermosa, la de ver infancias acompañando a sus padres, pibes y pibas que iban a su primer recital y personas de mi generación o más grandes, que volvían a ver al Capitán después de mucho tiempo. Cuando el flaco dice “el viaje es otro show”, para mí hace referencia a todo eso, a lo que se vive previamente, a tú estado de ánimo, a la felicidad que te atraviesa el alma, a esa sonrisa que te traslada a tus primeros recitales, al compartir, al sentarse en la esquina y saludar amigos, ver una remera que me gustaría comprar, alguien que pasa ofreciendo una calco o algo para llegar a comprar una entrada, el humo de los choris, el humo dulce de algún faso, la botella que se hace jarra, el hilo que pedís por ahí, y los abrazos, ese abrazo al reencontrarte con otres peregrinos. Con eso soy rico gratis.
Once menos diez, el Flaco sube al escenario para desencadenar una amorosa locura de melodías: Arcano XIV, Gengis Khan, Tal vez mañana, Soldadito de plomo, Aves migratorias, Late, Todo un palo, En la cueva de San Andrés, ¡Corre, corre, corre!, Ángeles caídos, La pared rojo lacre, Chico bomba, Presagio, El fantasma del 5to piso, Jijiji, Lejos de casa, Yo soy la máquina, Flores secas, El pibe de los astilleros / Nuestro amo juega al esclavo, Oda a la sin nombre, El sueño del jinete.
Hora cuarenta de recital, con un sonido increíble para una banda que suena muy ajustada, que juegan de memoria, que se potencian, que se los ve disfrutando en el escenario y esa energía se contagia a los que estamos abajo, y reímos, y lloramos, y nos abrazamos, y somos uno con la banda, que nos lleva en un viaje sonoro fantástico. El diálogo de cuerdas que hace Joaquín con el Flaco es increíble, y esa base de Claudio y Leandro es el “late corazón, late”, es como que por momento son niños jugando en el escenario y uno no deja de admirar la amorosa entrega de Skay hacia un público respetado.










Afuera el viento continuaba, no con la intensidad de horas antes, pero seguía inquieto. Adentro la calma. Salimos del show con una paz, con una felicidad enorme. Teníamos que venir a ver al Flaco.
La familia del Emilio nos alojó esa noche en su hogar: unas pizas y unas cervezas entre charlas, risas y recuerdos de recitales, historias de lo vivido y proyecciones de lo que vendrá. Es que más allá de los tiempos violentos y deshumanizados que vivimos, el rock es nuestra trinchera, nuestro refugio desde donde aguantar con otros y seguir andando.
Dormimos unas horas (no le crean cuando les digan que ronco, nada que ver) y 9 de la mañana iniciamos el regreso. Nos despedimos de Luanda y Emilio, nos fuimos a buscar a la Eve al centro, y encaramos nuevamente por la 19 hacia el oeste. Llegando al peaje, Eve dice “esa es la trafic que lleva al Flaco”. Hicimos como que nos adelantamos, confirmamos que era “la” trafic, y nos fuimos como de custodios hasta el aeropuerto. Pensamos que en algún momento iban a parar en una estación de servicios, pero no, no paraban más, y nosotros los seguimos a una distancia considerable para que el chofer no se persiga, no vaya a ser que nos manden a los ropaprestada y terminábamos en la comisaria explicando que queríamos saludar a Skay. Antes del aeropuerto pregunto “¿entramos a saludarlos?”, y el Martín me mira como diciendo “obvio gil, 3 horas atrás de la trafic y no vamos a entrar a saludar”. Mientras descargaban los instrumentos, bajamos a saludar a los Fakires, porque Poli y Skay se habían quedado en San Francisco. Charlamos un rato con Claudio, le agradecimos por el recital, le contamos que la pasamos muy bien y que mande saludos a la Negra y el Flaco, que los queremos mucho.
Último tramo, nos despedimos del Martín y nuevamente en la 38 para llegar a casa. Si el viaje es otro show, el recital termina cuando llegamos a casa.
Sigo mirando las fotos del sábado y no dejo de sonreír. Qué buen recital, gracias Flaco.
Pd: gracias a la gente de ElectroRock Producciones por permitir que medios comunitarios y autogestivos podamos cubrir el recital.
Pd: gracias Claribel, José, Luanda, Josefina y Emilio, por el compartir.


