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Esa herencia de todo un camino

Cobertura de 1350 km recorridos para disfrutar de Don Osvaldo en Villa Mercedes y San Juan, y como la vida siempre tiene algo para dar, el Negro Gamboa y el Eric, de Cabra da Peste, en Villa Mercedes con Tradición Rock y Despojados RnR.

Por el Juancho Mazzeo @largavida.alrock.radio

Cuando DO anuncia las fechas del viernes 27 en Villa Mercedes y el 28 en San Juan, comencé a organizarme para ir a cubrir el sábado 28, fecha que me quedaba mejor porque el viernes voy a la escuela y se iba a hacer largo el día (y la noche). Todo estaba en marcha hasta que el Negro Gamboa anuncia una presentación en Villa Mercedes luego del recital de DO. Cambio de planes, buscar contactos para acreditación, revisar el gugle maps y hacer números para el recorrido Cruz del Eje – Villa Mercedes – San Juan -Cruz del Eje. Ya fue, que se hagan bosta los helados y a vivir que son dos días.

Viernes 10 de la mañana el forcito salió nuevamente a la ruta, que da buena suerte, rumbo a Córdoba Capital a buscar al Eric que iba a acompañar al Negro Gamboa en el acústico de Villa Mercedes y me manda un audio: “¿hay lugar para llevar al Kote? Porque se quedó dormido y perdió el bondi.” El jueves a la noche el Negro y el Eric pasaron por La Rústica, y como “son contadas las veces que supe mirarla de lado”, dice una de las letras de Cabra, es que pasaron cosas y toda alarma puede fallar. A las 12.30 nos encontramos en el Arco de la Docta, cargamos bolsos y salimos hacia la 36, rumbo a Río IV y luego por la 8 hasta Villa Mercedes: horas de charlas con el Eric, un chileno en el asiento de atrás intentando explicar y entender por qué se quedó dormido y los audios del Negro y Jairo que llegaban desde el bondi y contaban que los ropaprestada estaban haciendo control porque jugaba Belgrano por la Copa Argentina en el estadio La Pedrera.

Llegamos a la casa de Kikino, a dos cuadras del Anfiteatro, cantante y bajista de Tradición Rock y organizador de la fecha del Negro y Eric en Stone Bar, junto a Despojados RnR, banda de Río IV, donde nos hicieron sentir como en casa, como en familia. Unos sanguches de milanga, unas birras y las historias que circulaban entre risas, humo y Karamelo Santo de fondo. Me fui a hacer una siesta reparadora y me quedé pensando en lo lindo de estos encuentros, en las amistades que te regala el rock, de conocer buena gente, humildes, simples, que te abren las puertas de su casa y ponen a disposición lo que tienen, sin mezquindad.

A las 7 encaramos para el Anfi a buscar entradas, acreditación y volantear la rockeada en posrecital. En un clima frío mientras cae la noche en la ciudad, empiezo a ver (en el sentido de Galeano) toda esa postal de remeras, puestos de comidas, trapos, vasos y jarras con diferentes bebidas que pasaban de mano en mano mientras sonaba DO, Callejeros, PR, La Renga, en varios parlantes. Qué hermosa postal. A veces creo que viajo para disfrutar de esos momentos más que de los recitales, de esas sonrisas, brazos agitando, abrazos, miradas cómplices, hacer una foto, alguien que pasa filmando y enviando un audio para quien no pudo llegar, familias que se acercan buscando transmitir esa pasión a las nuevas generaciones. Y alegría, mucha alegría por estar ahí.

A las 9 ingresamos al Anfi, tranqui, sin prepotencia de los cobanis, para encontrarnos con una gran escenografía en un escenario muy amplio, una visión perfecta desde cualquier lugar para las 2 mil almas presentes.

Creo que ya los escribí alguna vez, DO no es de mis bandas preferidas, no la voy a andar careteando, pero cada vez que voy a verlos va creciendo mi admiración y modificando mis sentires con cada canción. Y esta vez fue aún mayor.

Apenas pasadas las 21.30, se apagaron las luces y la banda copó el escenario para ofrecer un poquito más de dos horas de mucho rock: Políticamente correcto, Palo borracho, Siento un pensamiento, Ahogados de razón, Flores por piedad, Otro viento mejor, Barrilete, Lo que se dice y lo que se hace, Una nueva noche fría, Tanto de todo, Armar de nuevo, No volvieron más, Vaivén, La llave, Más allá, Rotos y descosidos, No somos nadie, Mis latidos, Los invisibles, El nudo, Acordate, Ilusión, O no, 9 de julio, Misterios, Dos secas, Prohibido, Creo, Suerte.

Qué bien que suenan. Una base sólida que permite el vuelo de Gastón y el Pedi, sumando las intervenciones desde la percu que potencia las canciones y los detalles de los maestros Gerez y Janin, que hacen un clima musical increíble.

Algo que me brindó la fotografía es el ejercicio de hacer un ida y vuelta entre la banda y el escenario, como que es necesario destacar ese trabajo detrás de la banda que hacen con las luces, las artes visuales en las pantallas y la escenografía. Y lo de DO es zarpado. No hay músico que no tenga buena iluminación, los gráficos en las pantallas que van con las melodías, la oscuridad y el resaltar de la escenografía. Ufff, aplausos de pie.

Me sorprendí cantando cada tema, reconociendo que una banda te llega de verdad al corazón cuando vas a verla en vivo y te emociona, o las letras te atraviesan de tal manera que ya no hay vuelta atrás.

Salimos repitiendo algunas estrofas de “Suerte”, felices de haber compartido un gran recital y sabiendo que la noche continuaba.

La noche en Villa Mecha

Con un friasononón que pedía usar calzoncillos largos, nos fuimos para Stone Bar para continuar con el rocanrol. Kikino organizó el encuentro en uno de los bares que da lugar a las bandas locales y de la zona, invitando a Despojados Rnr de Río IV, Tradición Rock como banda local y cerrando el Negro Gamboa acompañado por Eric en los vientos.

Buen lugar, buen sonido y un público respetable para reencontrarnos con la Caro y el Bicho, hermosos personajes de la Villa de Merlo que siempre están bancando a las bandas del under desde el programa “Como te va rock”.

Los pibes de Río IV abrieron la noche: Ale Nievas guitarra y voz, Rodrigo Mancini en Bajo, Nelson Vilett Batería y Cristian Pérez en guitarra, salieron con los tapones de punta para agitar el pogo. Con temas propios y un gran sonido, fueron una grata sorpresa por lo que desplegaron en el escenario, muy prolijos, buenas melodías y Nelson en la batería dejando de cara a más de uno. Cuando lo ví ingresar al bar pensé que venía a escuchar a las bandas, luego lo ví subir al escenario, “bueno – pensé – debe tocar el teclado o la viola”, y cuando se sentó en la bata y comenzó a tocar, no lo podía creer. Nelson es un chango no vidente y jamás me imaginé que podían tener ese nivel de ubicación espacial para tocar una batería y para que suene bien. Los pibes van a estar abriendo el recital de Caras Extrañas en Río IV el próximo 10 de julio.

Luego saltó al escenario Tradición Rock, la banda de Kikino salió a jugar de local acompañado de muy buenos músicos: Cristian Kikino Gomez bajo y voz, Ras Leo Gomez en guitarra, Gaston Nino Andino en armónicas y 2da guitarra, Alvaro Ochoa en batería, Carolina Centurión en saxo, Walter Molina en trombón y Leonardo Aguilera en trompeta. Más de 10 años en el camino de rock en Villa Mercedes y con una energía que invita a bailar cada tema. Los caños y la armónica le dan ese toque de identidad a la banda que suena cri-mi-nal.

A las 4 de la madrugada el Negro Gamboa nos compartió un puñado de canciones, acompañado por el Eric en los vientos. Cada vez que lo escucho en vivo, las canciones me siguen dando una triple patada voladora en medio del pecho, me interpelan y me llevan por recuerdos familiares o de la vida misma. No me pidan objetividad cuando escribo o hablo del Negro o de Cabra da Peste. Próximas fechas: el 8 en el Flores, el 19 en Chaco y el 16 de agosto en Santiago de Chile, luego del recital de DO. Vayan a ver a la Cabra, no se van a arrepentir.

Volvimos a la casa de Kikino para dormir unas horas antes de salir rumbo a San Juan, y creo que me desmayé al toque, aunque de fondo escuchaba voces en la cocina pero sin saber si era real o un sueño, hasta que me levanté cerca de las 10 por un calambre que me hizo saltar de la cama y casi piso al Eric que estaba durmiendo en medio del camino, y ahí encontré a varios personajes hablando y riendo en la cocina: “Arranquemos” le dije al Kote y al Chufer, que venían para San Juan, con una voz de ultratumba mientas me ponía las zapatillas y trataba de recordar donde había dejado la mochila.

Cargamos los bolsos, saludamos y salimos a la ruta nuevamente, que da buena suerte y trae buena gente, agradecidos del trato que recibimos.

El viento nos amontonó

Cinco horas de un viaje muy tranquilo, hablando con el Kote de la vida misma y el Chufer desparramado y desmayado en el asiento de atrás, durante 4 de las 5 horas de viaje. Llegar a San Juan disfrutando de ver a esas siluetas de rocas en el paisaje y encontrar una pizzería abierta a las 3 y media de la tarde, plena siesta, para manducar una napolitana con masa casera y una birra. Listo, la ciudad no podía recibirnos de mejor forma.

Como habían anunciado posibilidad de nevadas desde la madrugada del domingo, hice noche en un hotel como para dormir un poco y viajar de día hacia Cruz del Eje. Así que pasé por la ducha y una siesta, antes de empezar a patear hacia el Estado Aldo Cantoni, un espacio construido en 1967 y remodelado en 2016, con capacidad para 8000 asistentes y en el cual se desarrollan diferentes deportes de los clubes locales y encuentros de la Selección Nacional de Hockey sobre Patines, Copa Davis, Futsal, Basquet y Voley.

El friasononón se hacía sentir en los alrededores del Estadio y comenzaban a aparecer banderas de diferentes provincias, mientras alguna bebida intentaba calentar el cuerpo. Luego de compartir charlas y bebidas en un bar, debajo de la pantalla de una estufa, encaré hacia el Cantoni para conocerlo y ver desde dónde podía hacer las fotos del recital. Al ingresar me encontré con un Estadio hermoso y un escenario imponente pero más reducido que en Villa Mercedes, y la escenografía que daba una sensación de más cercanía con el público.

Me encontré con caras conocidas del ambiente fotográfico, personajes que siempre da gusto volver a ver y charlar para ponerme al día con el ambiente rockero local, mientras el campo se iba poblando y los trapos se mostraban desde las tribunas.

Minutos después de las 10, se apagaron las luces y DO salió a la cancha a brindarnos otra gran experiencia sonora: Políticamente correcto, 9 de julio, Siento un pensamiento, Ahogados de razón, Feliz y seguro, Si me cansé, Más allá, Sueño, Rotos y descosidos, No somos nadie, Mis latidos, Los invisibles, Vaivén, La llave, Lo que se dice y lo que se hace, Una nueva noche fría, Tanto de todo, Armar de nuevo, No volvieron más, O no, Puede, Morir, Misterios, Acordate, Ilusión, Dos secas, Prohibido, Creo y Suerte. Como la noche anterior, un poquito más de dos horas para un gran recital.

No hace falta repetir lo bien que suena la banda, ni esos arreglos del Juano con la percu en la intro de algunos temas, o el clima provocado en ese interludio tanguero de Gabriel y Leopoldo, ni tampoco volver a resaltar el posicionamiento político (digo “político”, no partidario) que el Pato reivindicando que todo arte ES político y que los artistas no pueden hacerse los giles y callar ante ciertas situaciones, porque el silencio se transforma en complicidad y no son tiempos para tibios.

Lo que si voy a repetir es el gran trabajo detrás (o adelante) del escenario en las luces, sonido, visuales y escenografía. Ahí hay mucha sensibilidad y creatividad, además de comprender la esencia que quiere transmitir la banda y poder traducir ese mensaje en una imagen, en una luz, en construir un clima para ser uno con la canción, y saltar, y cantar y reir y llorar, y todo eso junto. Poder entrar en una y viajar.

A la salida se sentía el friaso, mal. Nos fuimos pateando hasta el hotel bajo un cielo apagado de estrellas y la posibilidad de nevadas casi confirmada. El Kote se volvió en un bondi hacia Mendoza y de ahí a Santiago, y el Chufer hizo terapia del sueño y le pegó sin culpa hasta las 10 de la mañana, horario en que intentamos salir a la ruta nuevamente.

La nieve nos acompañó desde San Juan hasta la Difunta Correa, y después volvió mas leve en Chepes, donde hicimos parada técnica y clavamos alto lomito en un barcito al frente de la Shell.

Llegamos a Cruz del Eje antes de la 4 de la tarde, cielo encapotado, frío, llovizna de agua nieve y los perros que se amontonaron abajo del calefactor para seguir durmiendo. EL Chufer encontró una oferta hasta Retiro y se fue a la una de la madrugada.

Estaba editando las fotos y mi amigo Gabi postea la nota de Marcelo Figueras del domingo, la que habla sobre las utopías. Y el algoritmo me muestra un video del Juano Falcone hablando en una entrevista sobre los 20 años de Cromañón, recuperando el contexto y el refugio que fue el rock para nuestra generación. No, la historia NO se repite. Hay continuidades y rupturas, pero el tiempo no para, tal vez aprendimos a refugiarnos en el arte ante momentos de violencia institucional, como estrategia para cuidarnos, preservarnos, y hacer trinchera desde donde construir utopías, futuros posibles y un presente digno de ser vivido. Este finde encontré mucho de eso en DO, y me hizo bien.

Dice Figueras en su texto del domingo “El deseo de prosperar económicamente no suplanta el deseo de vivir cada vez mejor. Porque ganar cada vez más no significa vivir más intensa o sabiamente. No niego que la guita compra mejores condiciones de vida. Todos preferimos tenerla a que falte. Pero una cosa es estar bien —no padecer necesidades, resolver la ecuación que garantiza la supervivencia—, y otra muy distinta es vivir en plenitud.” Yo encuentro en el rock esa idea de “plenitud”, pero no en el recital en sí, sino en el todo que empieza cuando salgo de mi casa, en las personas que voy conociendo, en las historias que me comparten y en los abrazos al despedirnos. Para volver a casa y sonreír, y seguir andando.

Nos vemos la próxima.

Pd: gracias a Diego Sosa Manager Group y a Cande, de Villa Mercedes, y a Mas Alto Producciones y al Junchy Rivero, de San Juan, por permitir que medios comunitarios y autogestivos podamos realizar la cobertura de DO.