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Abro camino junto con vos

Rock, barrio y corazón, crónica de un hermoso encuentro en Rocksario: Ojos Locos, Perro Suizo y Farolitos.

Por el Juancho Mazzeo  @largavida.alrock.radio

No alcancé a recuperarme de la gira anterior que ya salimos a otra. Es que era una fecha muy tentadora, más allá del friasononón con el que empezó julio (y la cantidad de memes hartantes de los cuales rescato el de “Julio llega con alta facha” y la imagen de la Bullshit detrás), en Córdoba comenzamos el receso de invierno escolar y tenía que ver cómo organizarme para descansar, visitar familia, amigues y poder ir a ver alguna banda. Así que implementé la técnica del “ya fue, que se hagan agua los helados” y el sábado a mitad de mañana el forcito estaba nuevamente en la ruta, que da buena suerte y trae buena gente, camino a la República de Fighiera y luego cruzar el famosos Arroyo Pavón para llegar a la siesta a la casa de mi hermana.

Unos mates, una ducha, el mensaje al Martín para la acreditación, armé la mochila con la cámara, otro mensaje al Leo “nos vemos allá”, vestimenta para la ocasión, un ibuprobeno y salimos hacia la histórica esquina de Suipacha y Güemes.

Después de años, Ojos Locos volvía a Rosario invitado por Farolitos, la banda de los barrios, la de las patas en el barro, y era una fecha que no me podía perder. Los motivos son varios y atraviesan lógicas no muy entendibles para el común de los mortales, pero para quienes vivimos el rock, van a poder entenderme y coincidir con mi postura, que voy a tratar de ir desarrollando en la crónica. Cualquier duda, cuando me veas, pregúntame y charlamos sin drama.

Me fui para Rocksario en un viaje al pasado. Es que 20 años después volví al viejo y querido Willy Dixon, hoy Sala de las Artes, en esa esquina que supo convocarnos tantas noches y madrugadas a principios de los 2000, ese templo donde ingresabas y tenías una guitarra de luces en el techo que ya te predisponía para una gran noche de rock, y luego comenzar a ver los cuerpos que se sostenían para colgar los trapos por todo el lugar. Me atravesaron muchos recuerdos en los 40 minutos de viaje, más aún cuando llegué y me paré en la esquina a escuchar la prueba de sonido de Ojos Locos, y estaba nuevamente ahí, mirando la cartelera y una película que pasaba por mi cabeza mientras sonreía.

Antes de ingresar estuve hablando un rato con el Martín Martines, y le volví a agradecer por la propuesta de Tango y Roll. Me contó sobre el momento en que está la banda, los nuevos integrantes y lo que se viene con nuevos temas y fechas confirmadas, pero también hablamos de la realidad que nos atraviesa y lo que significa el arte en estos tiempos violentos, mientras la placita detrás del escenario iba convocando a celebrar el encuentro con abrazos, canciones con coros populares y algún aperitivo para brindar. Antes de volver al camarín, varios personajes pasaron y agradecieron por el regreso de Ojos Locos a Rosario con una gran sonrisa en sus rostros, de mucha felicidad, mostrando sus tatuajes y pidiendo hacer alguna foto. Hay momentos, detalles, que me provocan alegría por lo que viven otros, y ver la cara del Martín mientras lo saludaban, intercambiaban palabras o hacían una foto, esos “detalles” los celebro, porque la viene peleando, desde abajo, y sigue, y se reinventa, y no pierde esa humildad que se transmite en sensibilidad de las canciones y en el trato amable de pibe de barrio que ofrece.

Mientras ingresaba al lugar fui buscando escenas en mi cabeza de ese templo del rock sabiendo que hay recuerdos que mienten un poco, hasta que me encontré con el Leo y la Vero, y lo primero que hicimos fue mirar hacia arriba donde estaba la guitarra de luz.

A las 10 de la noche la banda liderada por Martín Martines subió al escenario para ofrecernos un gran repertorio en una presentación de, casi, hora y cuarto: Buen día, Una parte del principio, Ahí, Nena on, Estrella, Puede ser hoy, Esco0nde, Vacaciones, Miras sin ver, Una verdad en tú corazón, Paciencia, Ahora y todo, así, Anda diciendo y Esta ciudad.

Cumpliendo los 22 años, 5 discos de estudio (contando el Demo del 2003), un disco en vivo y un puñado de canciones publicadas el año pasado, Ojos Locos conserva su mística y su esencia, que para mí es esa de ser una banda de barrio, humilde y sensible, con una linda poesía que te llega, y un sonido propio que se sigue reinventando.

Además del Martín en la voz, la banda se completa con Juan Cabral en guitarra, el Tincho en el bajo, Sherman en armónica, el Zurdo en la bata y Joaquín en guitarra. Y suenan muy bien. Me gustó mucho lo que viví en ese doble lugar que siempre trato de mantener, como público y como intento de fotógrafo, tratando de que cada imagen refleje “eso” que estaba pasando, y realmente pudimos presenciar una banda con mucha entrega arriba del escenario, con músicos de gran nivel y que se los veía disfrutar el momento. Ojos Locos se está reinventando, rearmando sin perder su mística y, en tiempos tan violentos donde lo efímero de la matrix te demanda formas para llegar a un “éxito” que se mide por cantidad de likes, el darse “otro tiempo” para que los nuevos integrantes se apropien de los temas y puedan hacer sus aportes creativos desde cada instrumento, para mi es un gesto que rescato y aplaudo, y que hice bien en hacer 550km para verlos en vivo.

Los que sigue para Ojos Locos: el 2 de agosto en san Justo y el 27 de septiembre en el Vorterix.

En los flyers circulaba la noticia de “banda sorpresa” entre Ojos Locos y Farolitos, y apareció Perro Suizo en el escenario a regalarnos un puñado de canciones y amenizar la espera. La banda rosarina sigue presentando su último disco “Muy picante” y se sumó al encuentro compañero convocado por Farolitos para hacernos cantar y saltar durante casi media hora, anticipando las fechas que se vienen: 7 de agosto en Casa Brava, 16 de agosto en San Pedro, como parte de festival “Blues en la Isla” y el 27 de septiembre en el multiespacio Que sea rock.

Con un Dixon copadísimo, a las 12 y cuarto comenzó la magia de Farolitos: Melodía de barro, Conciencia, Argentino, La cruz, La flor, Un farol, Oración del remanso, Desvelados, Espero, Seres, Nuestro, En el club de la mistonga, Compañero, Caballos de batalla, Alitas de puloil, Épica, La República de los niños, La Espada Ancestral, Milonga Cabrera, La Hormiga, Fiesta, Escasas horas/Indio y Queso Ruso. Un recorrido por los casi 24 años de una de las pocas bandas históricas de Rosario que siguen en escena (pienso en Cielo Razzo y Los Vándalos en cuanto a convocatoria y reconocimiento más allá de la circunvalación), que sigue ligada a las causas populares, con las patas en el barro y en el barrio, y que no le tiene miedo a tomar la palabra en el escenario para denunciar, así como para convocar a construir un presente digno.

Dos horas y cuarto de mucho rock, de un público que no dejó de saltar y cantar cada tema, con un breve descanso que permitió a Marcos pasar de un look Trinche a un rapado Sokol.

Como ya nos tiene acostumbrada la banda, se dejó todo en la cancha y se transpiró la camiseta como si fuese el partido final donde se disputa la felicidad de los pibes del barrio contra los saqueadores de la Bolsa de Comercio. Tierra y agua, barro, militancia y amistad. Esto es Farolitos, y celebro y brindo esa coherencia entre el decir, pensar y hacer desde la música.

Voy a seguir repitiendo que la voz de la Huahui Basualdo es de una dulzura y una fuerza increíble. El sábado cuando venía de Cruz del Eje me puse a escuchar un poco de radio, a Aliberti y Marca de Radio, y en un momento comenzaron un especial sobre Mercedes Sosa, que el 9 de julio es su natalicio, y me llevó a la Huahui, a sus versiones de zambas y chacareras que tanto me hicieron bailar desde la mítica casa de Cerrito y Mitre, y me quedé con una sensación muy linda de saber que iba a escucharla a la noche. Y la Negra no defrauda, sino que redobla la apuesta y quedás en una, encandilado por esa voz.

Nos reencontramos con el Leo en la puerta, nos abrazamos por la felicidad de haber estado donde teníamos que estar, y en ese abrazo nos envuelve una amistad de más de 25 años, de mucho rockanroll, de mucha ruta y ese sentir agradeciendo al rock que nos unió.

Volví escuchando a PR, como parte de ese ritual de camino a casa, donde me pasan mil imágenes de una gran noche, feliz, sabiendo que en esta trinchera somos un montón, que resistimos, nos cuidamos y construimos una utopía posible.

Nos vemos en la próxima, y sí, todo arte ES político, no sean caretas.

Pd: termino de escribir y aparece la noticia “Bienvenido 140”, ¿decime que no vale luchar? Memoria, Verdad y Justicia.